Los presos se llaman Fernando Esteche y Raúl Lescano. Pertenecen a la organización Quebracho, de izquierda. Están presos desde principios de abril. Fue una reacción contra el asesinato del maestro Fuentealba, en
Los trasladaron a ese pabellón después del incidente con el genocida Etchecolatz, que apareció en el patio de recreo rodeado de una patota de seres similares y una visita de los presos de la organización de izquierda le gritó “asesino” al autor de “
El resultado del análisis de por qué los argentinos mantenemos presos a los autores de la protesta por la muerte del querido maestro Fuentealba es patético. Los dos acusados por romper los vidrios de Sobisch demostraron que no estuvieron en el lugar del hecho. Esteche se dirigía a esa hora a Ezeiza para asistir a una reunión invitado por el Parlamento de Venezuela y Lescano se hallaba en
Converso con los presos políticos Esteche y Lescano. Están en huelga de hambre. Desde hace 38 días sólo beben agua. La huelga de hambre más severa y peligrosa para un ser humano. Están pálidos y se mueven lentamente, pero en ningún momento se refieren a su estado físico. Hablan pausadamente. Los médicos los revisan día tras día. Dos de ellos, del penal, han calificado “de gravedad” el estado del preso Lescano. El consejo superior de
Esteche me dice con dignidad que ellos no piden ningún acto de piedad, sino estrictamente que “
Les pregunto a los presos si tienen hijos. Esteche me dice que sí, esposa y tres hijas, de 12, 10 y 2 años. Raúl Lescano, esposa y dos niñas, de 7 y 4 años. Me expresan que el juez que ha tomado esa medida con ellos no tiene en cuenta el daño que se hace a los niños, que se dan cuenta de la violencia que se ejerce sobre sus padres. Ellos ya fueron detenidos en tiempos de la democracia por el ministro menemista Corach y nada menos que el juez Liporace y otra vez por otro juez “ejemplar”: Galeano. Fue por protestar contra el FMI. Fernando Esteche me relata que aprendió a defender el derecho del pueblo cuando tenía siete años y después de la escuela acompañaba a las Madres de Plaza de Mayo en sus marchas. Y me relata con nostalgia los actos de valentía de Hebe de Bonafini.
Ahora están rodeados por la soledad. No pueden tener contacto con ningún preso. Sólo ven al celador que los vigila. No tiene acceso a la biblioteca, a la que ellos habían donado muchos libros, ni tampoco a los cursos culturales.
Cuando dejo la cárcel me pregunto si eso no es crear violencia. Es como si fuera necesario para los políticos crear cucos para tener asustada y obediente a la sociedad. Invito a todas las organizaciones de derechos humanos a visitar a Esteche y Lescano. A dialogar con ellos. A cerciorarse de la absoluta discriminación que sufren por un delito que no cometieron. Que, por otra parte, ese delito del que se los acusa es excarcelable. No nos dejemos llevar por la versión demonizada de gran parte de los medios de comunicación acerca de esos dos argentinos. Y preguntémonos si cuando el poder crea violencia, como en el caso de Sobisch y el cobarde asesinato del maestro Fuentealba, no es esperable que haya sectores del pueblo que reaccionen con rabia. Si no fuera así nos acostumbraríamos a permitir todo, a soportar todo lo que viene de arriba. Claro que somos amigos de la no violencia. Pero ante los crímenes de total impunidad haciendo valer el derecho de protesta –y en este caso, nada menos que el de los maestros contra los caños de fuego de la llamada fuerza pública–, la verdadera justicia tendría que comprender que el decir basta de los pueblos trae beneficios al demostrarle al despotismo de arriba que no todo queda impune.
Los dos presos quieren que sea la misma Justicia la que los reivindique. Todo debe resolverse de acuerdo con los principios éticos. Y uno de esos principios señala que jamás una democracia debe permitirse tener
No comments:
Post a Comment