Monday, May 17, 2010

España post genocidio

Ver como pdf 17-05-2010

31 títulos nobiliarios del franquismo y otros nombramientos que nuestro Estado Monárquico sí que reconoce

Nueva


Como he apuntado anteriormente nuestro “Estado de Derecho” se desentiende de Nuremberg, de la Convención de Ginebra, del Convenio Europeo de Derechos Humanos y de cualquier cosa que pueda venir de ese derecho internacional “abre-heridas” y “guerracivilista”.

Pero eso tampoco quiere decir que estemos – vaya, no del todo – en una especie de “Estado de Derecho gamberro”, ajeno a toda norma jurídica de referencia.

Hay un “derecho” que nuestro Estado sí que reconoce y al que da pleno cumplimiento a pies juntillas: el “derecho” franquista.

Y digo “derecho”, entrecomillado, porque en ningún caso puede, ni debe, ser reconocido como tal, sino como meros actos de violencia y represión impuesta a nuestra sociedad por la fuerza de las armas (armas nazis y fascistas, dicho sea de paso…)

Porque la dictadura criminal franquista no fue otra cosa que un régimen fascista cómplice del régimen nazi de Hitler en Alemania y del régimen fascista de Mussolini en Italia, tal y como fue expresamente reconocido por la Resolución 39 (I) de la Asamblea General de Naciones Unidas de 12 de Diciembre de 1946: “de acuerdo a su origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen fascista basado en el modelo de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, y en su mayor parte establecido como resultado de la ayuda recibida de los mismos”.

Así que el problema de fondo va todavía más allá, en realidad, de que la España post genocidio se siga desentendiendo de todo el derecho internacional respecto de víctimas sepultas o insepultas: es que a lo que sí que se sigue reconociendo valor jurídico es a todo lo que hizo dicho régimen criminal… y ojalá que al decir esto estuviese olvidando algún sector jurídico, algo de lo “atado y bien atado” por el franquismo – grande o pequeño – que sí que fuese “anulado”, aunque mucho me temo que no es así y que el balance es absolutamente desolador…

Por eso y, siguiendo con la metáfora, en el caso español más que un “Derecho Gamberro” me parece más ajustado decir que tenemos una suerte de “Derecho Zombie”, auténtico “muerto viviente” entre nosotros, aplicado por una alta judicatura que como no fue removida y prejubilada en su día – por franquista y antidemocrática, tal y como exige el cuarto de los Principios de Chicago sobre justicia transicional – tampoco le va a la zaga y claro, los años no pasan en balde… pero vamos, conste que a lo que yo me refiero es a una cosa no-muerta y putrefacta pero de modo sosegado, en plan clásico de George A Romero, que no estilo “71 años después” más difícil de imaginar, corriendo por los pasillos de nuestro Tribunal Supremo, rabiosos y a lo loco…y sí, ya sé que esto son temas muy serios, pero con tanta tropelía pónganse en mi lugar, me acojo a su indulgencia con la humorada.

El hecho es que el problema sigue siendo que dentro de nuestro ordenamiento aún se continúa reconociendo una impropia validez jurídica – impropia de un verdadero Estado Democrático de Derecho – a actos, nombramientos, resoluciones, leyes… de una banda criminal que se apoderó de las instituciones del Estado…elementos que constituyen un auténtico corpus de tejido jurídico zombie y necrosado, y que ya va siendo hora de extirpar de nuestro ordenamiento mediante la cirugía de la nulidad y de un pleno Estado de Derecho que atienda plenamente a los derechos humanos.

Y así, aún se atribuye validez legal a los méritos, ascensos y condecoraciones otorgados por los jefes del grupo armado a los más hábiles secuaces en dar muerte a los defensores de la República española, mientras las condecoraciones y grados concedidas por el Gobierno republicano de España a tropas regulares y maquis – todavía casi bandoleros – son ninguneados… aún se reconoce validez a las calles y topónimos de exaltación del régimen que según parece hay que ir cambiando…en vez de reconocer su debida nulidad radical que los retrotraiga a su situación anterior mediante una reforma de la misma ley de bases de régimen local… o, en la mismísima Galería de Presidentes del Congreso de los Diputados, aún se encuentran, equiparados a otros auténticos representantes del pueblo español democráticamente electos, los retratos de los “Presidentes” de las denominadas “Cortes Españolas” –“Presidentes” de las “Cortes” de la época franquista”, mera agrupación de colaboradores del dictador nombrados al margen de la Constitución española de 1931 y sin otro refrendo que el designio del genocida – en vez de figurar los de la Diputación Permanente de las Cortes Generales de España, exiliadas de necesidad pero plenamente vigentes de conformidad a los mecanismos constitucionales para situaciones de excepción hasta su autodisolución el 21 de junio de 1977 en París: Diego Martínez Barrio (entre 1939 y 1945), Luis Jiménez de Asúa (entre 1945 y 1970) y José Maldonado González (entre 1970 y junio de 1977). Sus simples retratos tampoco encuentran cabida, al parecer, en nuestro Parlamento, hasta en ello se opta por dar reconocimiento preferente a la “legalidad zombie” e instituciones del fascismo español…es que exáctamente ese es el país en el que vivimos, el de los restos mortales insepultos en el Ebro, los crímenes de guerra llamados “sentencias”, los desaparecidos de Estado que ni si quieran son buscados por el Estado…

Al final va a ser que eso de la “ruptura controlada” con el franquismo durante la “transición”, fue más “controlada” – hacia la monarquía – que “ruptura”…

Pero lo peor dentro de todo ese Derecho Zombie franquista – dentro de lo “peor” como dice bien el maestro Zaffaroni siempre hay grados –, es el agravio comparativo de la exaltación cotidiana que desde la misma Jefatura de nuestro Estado, nuestro Gobierno y restantes instituciones democráticas se sigue haciendo hoy, como en los últimos 35 años, con el reconocimiento de la legalidad de los más insignes apellidos genocidas elevados a la categoría de título nobiliario vigente, en una cantidad que me sorprendió a mi mismo al aproximarme a esta cuestión en el contexto de la elaboración de su anulación dentro de la Iniciativa Legislativa Popular por una ley de “verdad justicia y reparación”, y que expongo a continuación en toda o casi toda su extensión.

Por un lado están los propios títulos concedidos por el dictador en virtud de una “ley”, la de Sucesión de la Jefatura del Estado, de 26 de Julio de 1947… “ley” que no lo es, pues la vigente Constitución española de 1931 en ningún caso reconocía competencia legislativa alguna a ningún general de la República y de legal tendría tanto como los fusilamientos y robos de la banda criminal en cuestión, aunque, claro, justamente en virtud de ésta el caudillo se atribuiría, así mismo, la potestad de decidir la restauración monárquica en nuestro país tras su fallecimiento – obviamente en vez de la de la Republica interrumpida por su golpe de Estado como hubiese sido normal que fuese reestablecida tras la caída del régimen –…

a) Ducado de Primo de Rivera
b) Ducado de Calvo Sotelo

c) Ducado de Mola
d) Condado del Alcázar de Toledo

e) Marquesado de Dávila

f) Condado de Labajos

g) Condado de Jarama

h) Marquesado de Queipo de Llano

i) Marquesado de Saliquet
j) Marquesado de Varela
k) Marquesado de Somosierra

l) Marquesado de San Leonardo de Yagüe
ll) Marquesado de Vigón

m) Condado de Fenosa

n) Condado de Echeverría de Legazpi

ñ) Condado del Castillo de la Mota

o) Marquesado de Suances

p) Marquesado de Bilbao Eguía

q) Marquesado de Casa Cervera

r) Marquesado de Kindelán

s) Condado de Martín Moreno

t) Condado de Pallasar
u) Marquesado de Peralta

v) Condado de El Abra

w) Condado de Bau

x) Ducado de Carrero Blanco


Mientras que, por otro lado, en virtud de dicha misma “ley” del 47, el año 69 Franco nombraría al sucesor que – plenamente reinante y gobernante entre el 25 de noviembre de 1975 y el 29 de Diciembre de 1978, durante los sucesos de Vitoria Gasteiz y unas cuantas cosas más, antes de la entrada en vigor de su inmunidad – aprobaría los siguientes títulos adicionales igualmente presentes hoy:

a) El Señorío de Meirás, mediante Real Decreto de 26 de noviembre de 1975
b) El Ducado de Franco, mediante Real Decreto de 26 de noviembre de 1975
c) El Marquesado de Arias-Navarro, mediante Real Decreto de 2 de julio de 1976

d) Condado de Rodríguez de Valcárcel, mediante Real Decreto de 5 de enero de 1977
e) Condado de Iturmendi, mediante Real Decreto de 5 de enero de 1977


Sí, el Marquesado de Queipo de Llano que nuestra democracia continúa reconociendo como título de nobleza es el de aquel Queipo de Llano de sus conocidos exhortos radiofónicos:

“Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros: Que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad. ¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré. Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso también a las mujeres de los rojos, que ahora por fin han conocido hombres de verdad, y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará. Ya conocerán mi sistema: por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello; les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar”.

No es que lo de “yo os autorizo a matar como un perro”, y el resto, tenga desperdicio, pero eso de enseñar a las mujeres de los rojos “lo que es ser hombre” y lo de “dar patadas y berrear no las salvará”, del “Excelentísimo Sr.” Marqués debe ser muestra ejemplarizante de la más granada nobleza española, todavía condecorado hoy éste nada menos que con la Laureada de San Fernando, que nadie le ha retirado todavía, por sus hazañas “militares” en Sevilla, en Málaga…Laureada por el “dadle café, mucho café” a Federico García Lorca (ya se sabe: el “Camaradas Arriba la Falange Española” de después de los fusilamientos…) como denunciase Ian Gibson…ya ven, al locutor de la Radio de las Mil Colinas en Ruanda – el de matadles como cucarachas y todo lo demás – la jugada le salió bastante peor, sin título de noble, sin Laureada de San Fernando, ni exaltaciones folclóricas de Semana Santa, y condenado “el pobre” por instigación al genocidio, y eso que al lanzar sus soflamas no ostentaba el máximo mando militar en plaza que le diese auténtica materialidad jerárquica a eso del “yo os autorizo”… a diferencia de los discursos del “Excelentísimo Sr.” Marqués, General del ejército por lo demás…

Y sí, cuando hablamos de Ducado de Mola hablamos también de él, de aquel general igualmente genocida que ordenara a sus hombres:

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo[…] serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas. En este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin cuartel. A los militares que no se hayan sumado a nuestro Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo. Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular, debe ser fusilado […] Hay que sembrar el terror; dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.

Y el “Excelentísimo” Marquesado de San Leonardo de Yagüe, que no se nos olvide, se refiere al mismo Yagüe de las ametralladoras de aquella Plaza de Toros de Badajoz abarrotada de prisioneros de guerra y población civil protegida, el que entregase la ciudad extremeña al pillaje dijera lo que dijeran las Convenciones de la Haya, de Ginebra…

Y el “Excelentísimo” Marquesado de Arias-Navarro es el mismo Arias Navarro de las torturas en Madrid, de los fusilamientos, de las fosas de Málaga, el “carnicerito”…

Vaya, es que tanta “excelencia” humana junta y tanta “nobleza” de nuestra Monarquía lo desborda a uno…

Y así, vergüenza sobre vergüenza, nuestra sociedad post genocidio de la transición ejemplar va revelando su auténtico rostro; y mientras los descendientes de los defensores de la Segunda República española no reciben ni sus pobres restos mortales para darles digna sepultura, ni la nulidad radical de sus “sentencias” – una vez más: crímenes de guerra – , quienes tienen la desgracia de tener que acarrear inevitablemente para el resto de su vida con los apellidos de genocidas, golpistas y ayudantes varios del régimen sí que continúan recibiendo en todo caso, en cambio, el legado de los “insignes” títulos nobiliarios de sus predecesores…

Dudo mucho que ni siquiera entre la milenaria nobleza española de larga tradición de caciques, explotadores, chulos sin oficio – que no sin “beneficio”, ay – y señoritas bien de colegio de monjas, se haya dado antes semejante descrédito.

De modo que a cada cual lo suyo. Sí Felipe II tenía el reino en el que nunca se ponía el sol, Juan Carlos I tiene hoy por méritos propios 35 años después el reino de las fosas, con las más de dos mil que van contabilizadas por el momento; y eso que, como dice el derecho internacional, las fosas clandestinas de los territorios gobernados por partido distinto al de Gobierno no son en modo alguno responsabilidad del ejecutivo, hasta dejan de ser contabilizables como escenarios de crímenes contra la humanidad…¿o era que dada la responsabilidad indisponible de todo Gobierno ante crímenes tan horrendos eso de las autonomías no le sirve de ningún tipo de excusa a su obligación de legislar adecuadamente para todo el Estado, de garantizar la vigencia de los derechos humanos en todo el territorio?...la verdad con tanta “originalidad” – y manifiesta mala fe, siempre tratando de torcer el derecho internacional en la materia – por parte de nuestro Gobierno socialista uno ya se pierde, aunque juraría que, más bien, era lo segundo…

Vamos, que superadas con creces en nuestro país las hazañas propias al “Marquesado de Milosevic” y otros, a nuestro Reino de las fosas patrio tan sólo nos supera el “Ducado de Pol Pot”… y sí ya sé que a ellos nadie les nombró nobles, pero es que eso es algo que me parece tremendamente injusto, un auténtico agravio comparativo y, en definitiva, una mera cuestión de “reflejos”, pues de haber pedido a tiempo la nacionalidad española ambos habrían tenido perfecto encaje entre nuestra nobleza franquista y disfrutarían todavía de canapés y recepciones varias de copete…por no decir que se habrían ahorrado los engorrosos cargos acusatorios de genocidio y lesa humanidad…

Que, afortunadamente, eso de ir imputando por ahí cargos penales groseros y cargantes a tan insigne nobleza sigue siendo delito en España. Como Dios manda.

El honor de la Casa Real del monarca que no consiente que se hable mal del genocida Franco en su presencia – y que lleva 35 años dando continuidad a todos esos títulos de la “a” a la “z” en el ejercicio de su competencia constitucional exclusiva en la materia – queda, con ello mismo, perfectamente retratado…

Como dice el refrán, nobleza obliga y agradecimiento liga…

Claro que, puestos a elegir, mejor hubiese sido aquello otro de “honor recibe, quien honor merece”: según parece, no en este país.

Miguel Ángel Rodríguez Arias es profesor de Derecho Penal Internacional de la Universidad de Castilla-La Mancha, autor del libro "El caso de los niños perdidos del franquismo: crimen contra la humanidad" y otros trabajos pioneros sobre desapariciones forzadas del franquismo que dieron lugar a las actuaciones de la Audiencia Nacional.

Ver también:


España postgenocidio (I) No son “sentencias”, son crímenes de guerra

Fuente: http://www.nuevatribuna.es/noticia/34541/OPINI%C3%93N/espa%C3%B1a-post-genocidio-iii-derecho-zombie-t%C3%ADtulos-nobiliarios-otros-nombramientos-franquistas-nuestro-estado-mon%C3%A1rquico-reconoce.html

Cortina de albahaca




Este texto fue enviado al director de El País el 15 de mayo, a las 11:37 de la mañana, con petición de ser publicado. El periódico madrileño no lo tuvo en consideración


Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para democratizar a Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero ojo con quien toque a los propios.

El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al votar contra el partido gobernante que los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares. Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la mayoría de los cubanos.

Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas. Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un apremio, por vivir acosados. No creemos en un gobierno centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo conseguiremos más pronto.

La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer. Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo lo que no razone como ellos ―dicen― viene contaminado de dictadura.

Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando Zapata ―un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y enfrentarla―, que de los más de cien mil españoles asesinados en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la fetidez de su pretendida salvación.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Saturday, May 01, 2010

El imperio del consumo.


Eduardo Galeano

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.


La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo.

El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor.

La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. . Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.

EE.UU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EE.UU apenas suma el 5 % ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre.

«Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado.

El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos.

Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados de McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo.

Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo.

Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios.

Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo.

La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje.

Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza.

Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera.

El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado.

Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos?

¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo?

La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.