26-02-2012 |
“de la muerte de Público, que se hace efectiva hoy 24 de febrero del año de desgracia de 2012, apenas sabemos nada. Por no saber, ni siquiera sabemos si se ha muerto o lo han matado (…). No se sabe muy bien qué pasó allí dentro ni quiénes eran los especialistas llamados a salvar a Público, pero sí sabemos que fracasaron, aunque no por qué se produjo ese fracaso: si por falta de fe, por falta de pericia o, simplemente, porque no hubo forma humana de acopiar esas pocas pero cruciales bolsas de sangre que había que transfundir con urgencia al enfermo, aunque también es verdad que la sangre que gastaba el puñetero es de un tipo muy poco usual y muy difícil de encontrar en los bancos (de plasma sanguíneo).
¿Nos morimos solos o nos matan? De algún modo, todos los que mueren antes de tiempo mueren porque los matan. Público ha muerto antes de tiempo. Y si es así, ¿quién lo ha matado? Es cierto que también se puede morir de muerte natural antes de tiempo, pero cuando se producen tales muertes todos tenemos la impresión de que no han sido muertes naturales en sentido estricto. Con Público nos pasa algo de eso: muere tan joven que nos cruza velozmente por la cabeza el mismo pensamiento que cuando muere una muchacha en el esplendor de su juventud: por qué diablos vivirán tantos años algunos que no lo merecen y tan pocos años estos otros que nos hacían la vida tan interesante”.
Por último, los trabajadores en su comunicado hablan de “mala gestión de la empresa”, sin ahondar más en el asunto.
Pero creo que la izquierda debería reflexionar sobre lo sucedido con Público y aprender algo de la experiencia. Lo primero a destacar es que, aunque se presentaba como una propuesta informativa de izquierdas, sus propulsores, o mejor dicho su propulsor, era un empresario adinerado que asumía económicamente la iniciativa, Jaume Roures. Un financiador que intentó jugar simultáneamente a dos cartas: seducir a la ciudadanía más radical presentando sin ambages un periódico de izquierdas y prestar un leal servicio a un sector del entonces gobernante partido socialista, excesivamente dependiente del grupo PRISA. Los primeros servían como caladero de lectores en un panorama huérfano de medios que se posicionaran en la izquierda nacional e internacional, y los segundos para conseguir unas buenas relaciones con un poder político que le garantizaran acceso a adjudicaciones a su productora (RTVE), licencias de emisión, acceso a diferentes servicios lucrativos (fútbol), etc... El plan parecía estratégicamente acertado pero incluía una grave contradicción: te unías a los rebeldes por un lado y aceptabas las reglas de juego por otro. Es decir, como se diría en castellano antiguo, querían estar en misa y repicando.
Como resultado de este doble juego aparecían cosas curiosas que resultaban imperdonables para los lectores de la izquierda (la de verdad, no la que gobernó en nombre de los mercados). No se comprendía que se concediese el artículo estrella de opinión al embajador israelí, que se uniese al final al discurso de hostilidad contra los gobiernos progresistas latinoamericanos, que tuviese tres directores en tres años y uno terminara en la nómina del gobierno socialista, que incorporase analistas oportunistas de El País (Ernesto Ekaizer) o que la presencia de líderes del PSOE fuera constante. Ahora leo algún twitter de periodistas de Público quejándose de “las interferencias constantes de Roures en el trabajo de la redacción”. Por otro lado, la pata de “apoyo político” se quebró cuando el PSOE perdió las elecciones generales y el sector del partido más cercano a Público perdió el Congreso. El resultado es que quisieron jugar a dos bandas y se quedaron en tierra de nadie.
Además, en su diseño y forma, Público jugó a ese periodismo moderno de urgencia y brevedad, es decir, se fue a jugar a un terreno que no es el del periodismo escrito, sino que es el de internet y perdió, sin que su buena selección de DVD y libros de regalo lo pudieran evitar. Las películas y los libros sirven para vender ese día -aumentar la tirada y poder contratar la correspondiente publicidad- pero no garantiza la fidelidad diaria que necesita un periódico.
Por último, cuando los directivos y accionistas de Público veían que se acercaban al abismo pidieron ayuda a los lectores, apelaron a nuestro compromiso con un medio de izquierdas. Era lógico que así lo hicieran, pero para pedir ayuda a los “camaradas” hay que poner las cartas sobre la mesa: compartir la contabilidad, hacer públicos los sueldos y honorarios de todos los que trabajan, ofrecer cauces de participación para la selección de los contenidos, firmas y sueldos; y probablemente cambiar el modelo de accionariado. En Italia, Il Manifesto también ha declarado recientemente suspensión de pagos, pero ellos llevan años explicando su política salarial y exponiendo a los lectores su contabilidad.
Y así llegamos al terreno de la economía. La izquierda no puede estar pidiendo información gratis, reportajes gratis y periodismo gratis y luego quejarse con tristeza cuando ve que las iniciativas terminan arruinadas. O pagamos nosotros o pagan los poderes públicos. La derecha no tiene ese dilema porque cuenta con grupos económicos dispuestos a poner -y perder- el dinero que haga falta: como accionistas, como anunciantes, como patrocinadores. Por eso Libertad Digital gana dinero aunque tenga menos lectores que muchos medios digitales alternativos de izquierda, o La Gaceta no cierra aunque su cifra de difusión sea la mitad que Público (según la OJD 45.835 respecto a 87.983 de Público). Se juegan la defensa ideológica del mantenimiento de su modelo, es lógico que estén dispuestos a pagar por ello. Por el contrario, la izquierda, o logra que los gobiernos colaboren como hacen con otros servicios públicos como la sanidad o la educación, o pagamos entre todos para que se mantengan. Si observamos el panorama de medios de prensa verdaderamente de izquierda que hay en el mundo, ninguno se mantiene gracias a un millonario. Detrás hay lectores que se creen el proyecto y lo pagan: Le Monde Diplomatique, Il Manifesto, El Viejo Topo, Diagonal. U organizaciones que asumen las pérdidas, en el caso de Mundo Obrero con el Partido Comunista. Pueden tener algunos textos gratuitos en internet pero ninguno se encuentra íntegramente en la red. Es curioso, El País, ABC o La Gaceta sí están enteros en internet. ¿Acaso alguien cree que ellos están más preocupados por la “socialización de la información”? ¿No será que ellos tienen ya El Corte Inglés, Repsol, BBVA o Telefónica para sobrevivir y no necesitan lectores que paguen?
Detrás de proyectos alternativos escritos que funcionan como The Nation en Estados Unidos o New Left Review en el Reino Unido hay unos lectores convencidos de la necesidad de mantenerlos y financiarlos. Il Manifesto periódicamente se ve obligado a sacar un ejemplar por cincuenta euros para tapar sus frecuentes agujeros económicos, La Jornada de México logró fondos subastando cuadros y The Nation cuenta con 30.000 socios solidarios que pagan por encima del precio de la suscripción. Nosotros, en cambio, queremos que esté gratis en internet y comprarlo los domingos cuando nos regalen un DVD.
Luego están los gobiernos progresistas latinoamericanos, que, con razón, se quejan de la “dictadura mediática” que domina la información mundial y que tanto les vapulea, manipula y tergiversa. Muchos de esos gobiernos, con gran acierto, han desarrollado sus medios públicos, aprobado legislaciones destinadas a avanzar en la democratización de la comunicación concediendo licencias a los movimientos sociales, han establecido límites a la concentración de medios en sus países. Pero la información ya no tiene fronteras, deben tener la audacia y la visión de pensar fuera de su país. Si sus recursos naturales son gestionados por las empresas españolas, muchos de sus servicios públicos también los prestan estas empresas, e incluso parte de sus medios de comunicación están en poder de multinacionales españolas, ¿por qué no se plantean esos gobiernos la necesidad de dedicar parte de su esfuerzo y recursos a participar en alguna opción mediática española que rompa el monopolio de la derecha? ¿Cómo esperan que mejore la imagen falsa y manipulada que existe en España de esos gobiernos? ¿Esperan que rompamos ese cerco mediático y logremos llevar la verdad de esos países a los españoles unos cuantos periodistas con nuestras páginas web?
Como conclusión sólo resta decir que no es fácil enfrentar el actual panorama monolítico de medios de derecha, incluso no sé siquiera si es posible si tampoco sabemos cambiar los gobernantes y continuamos con gobiernos que se rinden ante el mercado que, igual que hacen con el resto de los sectores económicos, le dejan el control de la información y el periodismo. Pero generaciones y generaciones de hombre y mujeres han luchado en la historia de la humanidad para cambiar situaciones que parecían más difíciles que las actuales. Y algunas veces -no muchas- lo consiguieron. Por pocas que sean nos deben de bastar para apostar por seguir luchando.
1 El País, 24-2-2012 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/24/actualidad/1330082452_214403.html
2 El País, 25-2-2012 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/25/actualidad/1330149573_222114.html
3 Maraña, Jesús. “El papel de 'Público'”. Público, 24-2-2012 http://blogs.publico.es/buzondevoz/972/el-papel-de-%E2%80%98publico%E2%80%99/
4 Avendaño, Antonio. “Si muero, dejad el balcón abierto”. Público, 24-2-2012 http://blogs.publico.es/antonio-avendano/2012/02/24/si-muero-dejad-el-balcon-abierto/
5 Rosa, Isaac. “Se acabó”. Público, 24-2-2012
6 Ver http://www.ojd.es/OJD/Portal/diarios_ojd/_4DOSpuiQo1Y_FOivPcLIIA
7 “Hasta nunca Público”. La Gaceta, 24-2-2012 http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/nunca-publico-20120224
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